miércoles, 4 de abril de 2018

cicatriz

ni un día acaba sin tener contacto con la cicatriz que me dejo Eufòria. a veces arrastro los dedos sobre la piel estirada, arriba y abajo, como masajeando el recuerdo del abandono. otras veces apoyo la palma encima y, sin moverla, intento sentir el rasgado de la piel al hundirme en aquella zona de nieve. el cosido magistral de aquella doctora de urgencias ha dejado una textura ùnica que, atravesada por una variz rebelde, se me antoja un pequeño mapa en 3D.
es curioso la cantidad de momentos que, enganchados uno a otro, se apilan en algùn rincòn de la mente. cae uno y arrastra a muchos màs. y te mueves en el tiempo con una soltura que ya quisiera yo para crestear por algùn picacho de esos. solo con sentir la rugosidad de dos puntos bien dados o el tacto diferente de ese trozo de piel estirado donde ya no crecen pelos.
cada vez estoy màs convencido que aquello tenìa que pasar. para volver. el tiempo lo confirmarà. la cuenta pendiente esta en Andorra pero de momento ha de esperar. cerré un capìtulo corto firmando con una “J” de color más claro en mi espinilla el final de un capìtulo. pero he de seguir escribiendo mi libro. a golpe de párrafos de colores variados. con barro, calor, lluvia, noches y, porque no, quizás nuevas heridas.
y muchas noches, tumbado ya en la cama, subo el pie derecho y con la planta del pie recorro toda la tibia. pero no es lo mismo que pasar los dedos o la palma de la mano. ahora no reconozco marca alguna. no hay finura de tacto, no la hay. y cuando vuelvo a estirar la pierna derecha al lado de la izquierda, como incrédulo, alargo la mano y me aseguro que todo sigue igual. que no lo he soñado. que tengo una razón para volver a acabar algo que dejé a mucho menos que a medias.


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