sábado, 14 de abril de 2018

anonimato

me ha adelantado dos veces en las dos bajadas que llevamos. una por cada descenso. como un sputnik. mudo del todo en la primera o agradeciendo el gesto de apartarme ligeramente para no estorbar en la segunda. dos veces. las mismas que le he pasado yo subiendo. en la zona de zetas entre hayas o en aquella tartera. invirtiendo los papeles con el cambio de escena. nuevos conocidos. ¿anónimos? quizás hasta hoy, si.
conozco su estilo de zancada por detrás. tanto como él conoce el mío. he visto su mochila mejor que su cara. el ya sabe que yo llevo una Grivel que espera repuesto. como pisa con cada pie. como se tensan sus gemelos...si coincide por diseño de carrera, llegaremos juntos a algún avituallamiento. quizás hasta salgamos juntos. de reojo te quedas con el dorsal. charla de ascensor pero (por ejemplo) el marcaje sustituirá a la climatología como tema. quizás lo que queda o lo que llevamos. los voluntarios, ajenos al tejemaneje que nos traemos, animan por igual. como pensando que llevamos juntos todo el rato. seguimos y, es el terreno que viene el que decide quien pasa delante. pero él, seguramente, pensará lo mismo yo. que en una bajada se me irá tanto que no le engancharé en la siguiente subida. yo fantaseo con meterle tanta distancia en la próxima subida que podré hacer la posterior bajada sin tener que dejarle pasar. ¿qué sucederá al final? ¿miraré para atrás esperando que venga y no llegará? ¿apretaré subiendo porque ya se acaba el repecho y no le he visto el culo?...
y cuando acabe la carrera es posible que hables con él. o no. que sepas su nombre, de donde viene y como le ha ido. pero si esto no pasa, cuando otro día volváis a coincidir ya no será alguien que no conoces. el perfil de una carrera anterior le/os sacó del anonimato. y es posible que la historia se repita.




miércoles, 4 de abril de 2018

cicatriz

ni un día acaba sin tener contacto con la cicatriz que me dejo Eufòria. a veces arrastro los dedos sobre la piel estirada, arriba y abajo, como masajeando el recuerdo del abandono. otras veces apoyo la palma encima y, sin moverla, intento sentir el rasgado de la piel al hundirme en aquella zona de nieve. el cosido magistral de aquella doctora de urgencias ha dejado una textura ùnica que, atravesada por una variz rebelde, se me antoja un pequeño mapa en 3D.
es curioso la cantidad de momentos que, enganchados uno a otro, se apilan en algùn rincòn de la mente. cae uno y arrastra a muchos màs. y te mueves en el tiempo con una soltura que ya quisiera yo para crestear por algùn picacho de esos. solo con sentir la rugosidad de dos puntos bien dados o el tacto diferente de ese trozo de piel estirado donde ya no crecen pelos.
cada vez estoy màs convencido que aquello tenìa que pasar. para volver. el tiempo lo confirmarà. la cuenta pendiente esta en Andorra pero de momento ha de esperar. cerré un capìtulo corto firmando con una “J” de color más claro en mi espinilla el final de un capìtulo. pero he de seguir escribiendo mi libro. a golpe de párrafos de colores variados. con barro, calor, lluvia, noches y, porque no, quizás nuevas heridas.
y muchas noches, tumbado ya en la cama, subo el pie derecho y con la planta del pie recorro toda la tibia. pero no es lo mismo que pasar los dedos o la palma de la mano. ahora no reconozco marca alguna. no hay finura de tacto, no la hay. y cuando vuelvo a estirar la pierna derecha al lado de la izquierda, como incrédulo, alargo la mano y me aseguro que todo sigue igual. que no lo he soñado. que tengo una razón para volver a acabar algo que dejé a mucho menos que a medias.