miércoles, 22 de octubre de 2014

Ultratratrail de Gre.diooooos, que duro !!

No pegué ojo. Y mi hermano, tirado a mi lado y con el saco de dormir hasta la cintura, tampoco. Era casi medianoche cuando le dije “Buenas noches” y ya me sonó a chiste. Nerviosos. Primera vez juntos en un sarao de estos. En Gredos. Y con lo que nos esperaba… ¿quién coño se duerme?
Mi suerte era que a las 3:00 sonaría el despertador. A las 7:00 para él. Los dos desvelados, sabiendo que el otro también lo estaba, pero sin interactuar para evitar romper un posible duermevela del vecino. La veda de la bidireccionalidad se abre cuando, un pelo antes de la hora fijada, yo empiezo a cambiarme y risas flojas con comentarios nerviosos afloran.

No desayuno. No me entra nada. Tengo ganas de salir. Muchas. Pero intento dejar atadas las dudas que le puedan surgir a él. No pregunta pero se que las tiene. Aunque en verdad contesto a las mías poniéndolas en él…. A las 3:25 le doy un abrazo y me voy. Una frase retumba en mi cabeza pero ahora no se si la dije entera o me la quedé. Más nervios: “Haz tu carrera. Come y bebe. Prepárate para algún mal rato, que lo habrá. Y a ver si te pillo en la última parte y entramos juntos”. Salgo. Ojalá ahora duerma algo Raul…
Lo primero que hago al salir es mirar al cielo. Estrellas. Camino. No siento frío. Algo queda de luna. Sentado, intento concentrarme amparado por un anonimato que en Cataluña no tengo. Creo que no se hacerlo. No hablo con nadie pero escucho a la gente. Rodeado de portugueses escucho una cuenta atrás que nos lanza a los primeros 28kms… “rapiditos”.
La noche es clara pero corremos entre pinos y esta oscuro. Vamos unos cuantos delante a buen ritmo. El olor a resina y pinaza es para mi como el de rueda quemada para los moteros. Y no aflojamos al estirarse y hacerse el silencio en el grupo. Cuando empiece la subida a Galayos la montaña ajusticiara al que se haya pasado esnifando. 2h32’ sin andar y apuro un vaso de aquarius para empujar unos frutos secos que no quieren pasar garganta abajo. Ahora no hay trampa, subida todo.
A los cinco que llegamos al avituallamiento juntos, los repechos nos van separando. El primero, un portugués que sube muy cómodo, intratable. No es mi ritmo y se va. Luego otro que cada vez esta màs cerca y cae antes del refugio Victory. Ahora yo el tercero. Y detrás el resto. En ristra de frontales que dibujan un camino que, de otra forma, a estas horas no se vería.
Subida exigente y preciosa. Incluso de noche. Pero nos deja en el collado con la pata suave y sumergidos en una niebla que se puede mascar. Hace bastante viento. “Solo llevas a uno delante. Es en aquella dirección –marca con la mano el chico del control-. Ten cuidado que se han volado algunas balizas. Suerte”
Perdido. En menos de 15’ no veo balizas ni hitos. Soplo el silbato mientras me quito la mochila para sacar el Garmin. Silba el portugués a pocos metros. Lleva el GPS en la mano. Decidimos ir juntos con su track. A mí me preocupa perderme y enriscarme. A él creo que más los que vienen detrás. Erramos varias veces el camino (o eso creemos) al dejar de mirar el cacharro y aumentar el ritmo. Oímos voces. Llegan 3 juntos a buen ritmo. Parecen saber dónde van. Dos de Guadalajara y uno de Hoyos (a la postre, el podio). Sin preguntar, nos subimos al asiento de atrás del “autobús” y llegamos a Los Campanarios trotando toda la cuerda màs o menos bien. Si no me equivoco, km 38. Comer, beber, mear, guardar el frontal. Esas cosas.

Ahora bajamos. Camino de Prao Pozas vuelven las dudas. La niebla levanta pero el viento no afloja. Yo creo que algunas cintas han volado. Pero , entre todos, encontramos el camino y nos dejamos caer a buen ritmo, intuyendo ya un sol que se nos negaba. Giro a izquierda por el camino de la laguna Grande, camino empedrado y cruzamos, siempre juntos, el puente de las juntas. Seguimos bajando a buscar el punto de salto de la garganta y, un poco más abajo, el control del puente de Roncesvalles. Ahora sí. Se van. No puedo seguirlos. Me jode bastante. Pero no arriesgo. Los tengo a tiro de piedra, eso sí, con un buen brazo… Cuando están casi listos del avituallamiento en el puente llego yo. Como algo rápido, lleno bidones y salgo delante. ¿Chulería? No. Sé que me cogerán rápido. Y así pasa. Son mejores. Los cuatro. Ellos no sé si lo saben. Yo sí.
A pesar de ello les aguanto toda la subida a Cabeza Nevada haciendo la goma. Una buena trepada junto a una cascada, con una aproximación bestial pisando cervuno y una parte final técnica sobre bloques de roca manchados de grupos de piornos. Y mucho viento. Mucho. La pradera del medio ellos la corren. Yo no quiero y creo que tampoco podía. Reagrupamos casi del todo arriba. Pero ese “casi” es la puntilla que me hace perderlos de vista y plantearme la salvaje bajada, contra el vendaval, como algo “delicado”. El viento me sienta dos veces de culo. Y a media bajada mía ya los veo trotar por la hierba del fondo del valle. Son mejores. Ya lo había dicho, ¿no?


Ahora ya se que lo que me queda lo haré solo. No me molesta. Pero me relajo en exceso. El fantasma de una retirada al llegar a la laguna planea sobre mi durante lo que queda de bajada. Pero se que mis padres estarán en meta y esta vez…no toca. El coco no está a tope pero se va reforzando. Pienso en la cara de mi madre de no entender nada de porque hago esto. O en lo primero que me dirà mi padre cuando me vea: “Abrígate. No te quedes frio”. Sonrío. Y aprieto.
El terreno se vuelve a poner cuesta arriba y eso me anima. Llego a la pradera de detrás de ameal de Pablo, cansado pero contento. Bajada técnica por la canal de Isabel ll, refugio Elola y la laguna Grande. PimPam. No pienso. Solo siento la energía del granito en los pies. La energía y el daño que hace. Al trote y esquivando gente se rodea la laguna y empieza la subida a Barrerones. Creo que cantaba. Algo de Sinkope. Y seguía pensando en mis padres. Y ahora en mi hermano. ¿Ya habría subido a La Mira?
A media subida encuentro a un amigo y, en el avituallamiento, a dos amigas más. Los primeros conocidos desde que dejé a Raul en el saco. Son un buen empujón para encarar la última subida al Morezón. Es inevitable mirar para atrás. Lo hago. No se si no veo o no quiero ver a nadie. Voy a tirones. Se me hace largo. Tan largo que paro y disfruto de las vistas. La última vez en la cruz que marca el control de la cima. Ahora sí. Coño. Ahora sí. Gas para abajo. Suelta la pata. Son 16kms lo que quedan. Y hay gente esperando en meta.


Hasta el puerto de Candeleda sigue haciendo un viento racheado cabrón. Racheado como el correr y el andar. Se sigue una cuerda de bajada con algún falso llano. Después ya todo es en bajada. Bajada al horno. Calorazo y desnivel. Calorazo y pista. Calorazo y rio cerca. Calorazo y corredores del medio ultra. Pero no encuentro a Raul. Se habrá quedado atrás antes del cruce.
Un último repecho que pone la puntilla, por el sitio donde está no por la dureza. Un par de calles del pueblo. Un barullo de gente. Mis padres al inicio de la recta final (“porque se ve mejor que en el arco con toda la gente”) que me llaman. Dos besos. Un pensamiento. Cuatro mejores delante. Meta.
PD. Si alguien me vuelve a oír decir que Gredos es pequeño...que me de una colleja !!

3 comentarios:

  1. Ahora sí. Felicitats!!

    ResponderEliminar
  2. Y Raul? Que pasó con él? Estamos intrigados

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Raúl llego tan contento un buen rato despuès con un amigo que encontró y que se habìa hecho daño en una rodilla :)

      Eliminar