viernes, 31 de octubre de 2014

3 preguntas 3 (de lo de correr largo por el monte)

Tres preguntas importantes que alguna vez nos hemos hecho ¿todos? Tres preguntas y mi autorespuesta. Y son tres porque no soy de escribir mucho. Porque me gusta acabar lo que escribo con el último trago de la cerveza que abro cada vez que junto letras. Porque es un buen número que no aburre y, si acaso, deja hueco para seguir otro día con otras tres...y otra cerveza !
Vamos al lío...

foto archivo, 2012 :-)
 
1. ¿Estoy preparado para esto?
Mala cuestión si a pocos días/horas de la carrera te preguntas esto. Si no lo tienes claro, no vayas. Esta pregunta es muy válida para una maratón de asfalto, por ejemplo. Si no lo estas, te paras, pillas el metro o el bus y para casa. O paras un coche. O robas una bici. Yo siempre he corrido la maratón de Barcelona con un abono transporte en el bolsillo.
Esta pregunta nos la hemos de hacer antes de inscribirnos. Y si la respuesta es NO, preguntémonos si lo estaré para el día de la carrera. Ahí es donde hay que echar el resto. En prepararla.
Para salir a una carrera de montaña no te permitas más duda que no saber en cuanto tiempo lo vas a hacer. Y siempre como curiosidad, no como preocupación.
Por supuesto, a cualquiera nos puede pasar que se nos tuerza el día y tengamos que tirar de la organización o del montañero de turno para que nos saque del apuro. Del pastor que nos ve pasar con cara de asombro, incluso.
Y ojito con pegarle un empujón al abismo a algún amiguete que pone "tu crees" delante del "estoy"... No seáis mala gente, que la montaña cuando se le hinchan las pelotas puede hacer mucho daño.

2. Lo del material obligatorio ¿qué?
Pues eso, O B L I G A T O R I O. Y obligaTODOS.
Que no hay control por la organización ¿y qué? ¿Para quien es el paravientos?¿Los guantes?¿La manta térmica? Para mi es uno de los puntos sagrados del reglamento. Y puedo asegurar que siempre suelo añadir alguna cosa más de lo que piden.
Y además, tan contento que estoy de cargar con ropa de abrigo y no tener que usarla. De llevar pilas de repuesto y no necesitar cambiarlas. De que me sobre comida. De que la manta térmica sea la primera que me compré hace ya 5 años...
Lo que veo ahora es que nos quejamos si no nos lo revisan y también nos quejamos si lo hacen (y nos pillan sin algo).
Aprovecho para decir que yo no soy partidario de hacer llevar material obligatorio. En mi opinión, lo ideal es firmar un documento de descargo de responsabilidades a la organización y cada uno que lleve lo que quiera. Pero mientras las carreras sean como son ahora, yo cumplo !! Y contento.


otra foto archivo, 2012

3. ¿Cómo va lo de comer y beber?
Esta es la más fácil. Al menos ahora que llevo unas cuantas carreras. Las dos cosas se han de hacer casi, diríamos, de continuo. Sigue el principio básico de "mejor muchos pocos que pocos muchos". Y empieza a comer antes de tener hambre o....la cagaste. Y empieza  beber antes de tener sed o...la cagaste. Lo que a mi me va bien es comer cada 45'-60' adaptándome al perfil de carrera. O sea, no te pongas a comer en el repecho del 30% que te sube 200+ en 1 km. Y beber cada 20' un traguito.
En la "dieta" de un ultra intento mezclar salado y dulce. Salado entre avituallamientos (llevo frutos secos) y dulce+fruta al parar. Pero vamos, que lo que me pide el cuerpo. Encima suelo llevar algo de turrón, unas ciruelas secas o dátiles y, ya lo he dicho antes, frutos secos (nueces, avellanas y/o almendras).
Y de beber agua e isotónico.
¿Geles? siempre llevo dos. De rescate. Y uno de cafeína si hay que pasar una noche a la intemperie. O mejor dicho, un amanecer.

Y hablando de beber...se acabó la cerveza... ;-)

miércoles, 22 de octubre de 2014

Ultratratrail de Gre.diooooos, que duro !!

No pegué ojo. Y mi hermano, tirado a mi lado y con el saco de dormir hasta la cintura, tampoco. Era casi medianoche cuando le dije “Buenas noches” y ya me sonó a chiste. Nerviosos. Primera vez juntos en un sarao de estos. En Gredos. Y con lo que nos esperaba… ¿quién coño se duerme?
Mi suerte era que a las 3:00 sonaría el despertador. A las 7:00 para él. Los dos desvelados, sabiendo que el otro también lo estaba, pero sin interactuar para evitar romper un posible duermevela del vecino. La veda de la bidireccionalidad se abre cuando, un pelo antes de la hora fijada, yo empiezo a cambiarme y risas flojas con comentarios nerviosos afloran.

No desayuno. No me entra nada. Tengo ganas de salir. Muchas. Pero intento dejar atadas las dudas que le puedan surgir a él. No pregunta pero se que las tiene. Aunque en verdad contesto a las mías poniéndolas en él…. A las 3:25 le doy un abrazo y me voy. Una frase retumba en mi cabeza pero ahora no se si la dije entera o me la quedé. Más nervios: “Haz tu carrera. Come y bebe. Prepárate para algún mal rato, que lo habrá. Y a ver si te pillo en la última parte y entramos juntos”. Salgo. Ojalá ahora duerma algo Raul…
Lo primero que hago al salir es mirar al cielo. Estrellas. Camino. No siento frío. Algo queda de luna. Sentado, intento concentrarme amparado por un anonimato que en Cataluña no tengo. Creo que no se hacerlo. No hablo con nadie pero escucho a la gente. Rodeado de portugueses escucho una cuenta atrás que nos lanza a los primeros 28kms… “rapiditos”.
La noche es clara pero corremos entre pinos y esta oscuro. Vamos unos cuantos delante a buen ritmo. El olor a resina y pinaza es para mi como el de rueda quemada para los moteros. Y no aflojamos al estirarse y hacerse el silencio en el grupo. Cuando empiece la subida a Galayos la montaña ajusticiara al que se haya pasado esnifando. 2h32’ sin andar y apuro un vaso de aquarius para empujar unos frutos secos que no quieren pasar garganta abajo. Ahora no hay trampa, subida todo.
A los cinco que llegamos al avituallamiento juntos, los repechos nos van separando. El primero, un portugués que sube muy cómodo, intratable. No es mi ritmo y se va. Luego otro que cada vez esta màs cerca y cae antes del refugio Victory. Ahora yo el tercero. Y detrás el resto. En ristra de frontales que dibujan un camino que, de otra forma, a estas horas no se vería.
Subida exigente y preciosa. Incluso de noche. Pero nos deja en el collado con la pata suave y sumergidos en una niebla que se puede mascar. Hace bastante viento. “Solo llevas a uno delante. Es en aquella dirección –marca con la mano el chico del control-. Ten cuidado que se han volado algunas balizas. Suerte”
Perdido. En menos de 15’ no veo balizas ni hitos. Soplo el silbato mientras me quito la mochila para sacar el Garmin. Silba el portugués a pocos metros. Lleva el GPS en la mano. Decidimos ir juntos con su track. A mí me preocupa perderme y enriscarme. A él creo que más los que vienen detrás. Erramos varias veces el camino (o eso creemos) al dejar de mirar el cacharro y aumentar el ritmo. Oímos voces. Llegan 3 juntos a buen ritmo. Parecen saber dónde van. Dos de Guadalajara y uno de Hoyos (a la postre, el podio). Sin preguntar, nos subimos al asiento de atrás del “autobús” y llegamos a Los Campanarios trotando toda la cuerda màs o menos bien. Si no me equivoco, km 38. Comer, beber, mear, guardar el frontal. Esas cosas.

Ahora bajamos. Camino de Prao Pozas vuelven las dudas. La niebla levanta pero el viento no afloja. Yo creo que algunas cintas han volado. Pero , entre todos, encontramos el camino y nos dejamos caer a buen ritmo, intuyendo ya un sol que se nos negaba. Giro a izquierda por el camino de la laguna Grande, camino empedrado y cruzamos, siempre juntos, el puente de las juntas. Seguimos bajando a buscar el punto de salto de la garganta y, un poco más abajo, el control del puente de Roncesvalles. Ahora sí. Se van. No puedo seguirlos. Me jode bastante. Pero no arriesgo. Los tengo a tiro de piedra, eso sí, con un buen brazo… Cuando están casi listos del avituallamiento en el puente llego yo. Como algo rápido, lleno bidones y salgo delante. ¿Chulería? No. Sé que me cogerán rápido. Y así pasa. Son mejores. Los cuatro. Ellos no sé si lo saben. Yo sí.
A pesar de ello les aguanto toda la subida a Cabeza Nevada haciendo la goma. Una buena trepada junto a una cascada, con una aproximación bestial pisando cervuno y una parte final técnica sobre bloques de roca manchados de grupos de piornos. Y mucho viento. Mucho. La pradera del medio ellos la corren. Yo no quiero y creo que tampoco podía. Reagrupamos casi del todo arriba. Pero ese “casi” es la puntilla que me hace perderlos de vista y plantearme la salvaje bajada, contra el vendaval, como algo “delicado”. El viento me sienta dos veces de culo. Y a media bajada mía ya los veo trotar por la hierba del fondo del valle. Son mejores. Ya lo había dicho, ¿no?


Ahora ya se que lo que me queda lo haré solo. No me molesta. Pero me relajo en exceso. El fantasma de una retirada al llegar a la laguna planea sobre mi durante lo que queda de bajada. Pero se que mis padres estarán en meta y esta vez…no toca. El coco no está a tope pero se va reforzando. Pienso en la cara de mi madre de no entender nada de porque hago esto. O en lo primero que me dirà mi padre cuando me vea: “Abrígate. No te quedes frio”. Sonrío. Y aprieto.
El terreno se vuelve a poner cuesta arriba y eso me anima. Llego a la pradera de detrás de ameal de Pablo, cansado pero contento. Bajada técnica por la canal de Isabel ll, refugio Elola y la laguna Grande. PimPam. No pienso. Solo siento la energía del granito en los pies. La energía y el daño que hace. Al trote y esquivando gente se rodea la laguna y empieza la subida a Barrerones. Creo que cantaba. Algo de Sinkope. Y seguía pensando en mis padres. Y ahora en mi hermano. ¿Ya habría subido a La Mira?
A media subida encuentro a un amigo y, en el avituallamiento, a dos amigas más. Los primeros conocidos desde que dejé a Raul en el saco. Son un buen empujón para encarar la última subida al Morezón. Es inevitable mirar para atrás. Lo hago. No se si no veo o no quiero ver a nadie. Voy a tirones. Se me hace largo. Tan largo que paro y disfruto de las vistas. La última vez en la cruz que marca el control de la cima. Ahora sí. Coño. Ahora sí. Gas para abajo. Suelta la pata. Son 16kms lo que quedan. Y hay gente esperando en meta.


Hasta el puerto de Candeleda sigue haciendo un viento racheado cabrón. Racheado como el correr y el andar. Se sigue una cuerda de bajada con algún falso llano. Después ya todo es en bajada. Bajada al horno. Calorazo y desnivel. Calorazo y pista. Calorazo y rio cerca. Calorazo y corredores del medio ultra. Pero no encuentro a Raul. Se habrá quedado atrás antes del cruce.
Un último repecho que pone la puntilla, por el sitio donde está no por la dureza. Un par de calles del pueblo. Un barullo de gente. Mis padres al inicio de la recta final (“porque se ve mejor que en el arco con toda la gente”) que me llaman. Dos besos. Un pensamiento. Cuatro mejores delante. Meta.
PD. Si alguien me vuelve a oír decir que Gredos es pequeño...que me de una colleja !!

viernes, 17 de octubre de 2014

El día antes: UTGredos.

A los pies, el río Tormes. Al fondo Gredos. Tapado. Desde el salón de casa de mis padres. Es la cara norte. Lujazo de vistas. Y de pueblo.
Mañana, por la cara sur, participaré en el primer ultratrail de Gredos. Unos 84kms y 5.200+. Dicen.
 
 
Hace un día soleado pero el manto que tapa Gredos puede ser el escenario en el que haya que correr mañana. A las nubes también les gusta la montaña y se anclan a riscos y crestas que las rompen en jirones sin piedad. Y ellas se "desangran" sobre ellos y los dejan húmedos y resbaladizos. Es como una terrible historia de amor.
Y aunque todo sea, poéticamente, tan bonito....ojalá despeje. Gredos no es Pirineos, el Cadí tampoco ;-) pero es el decorado en el que he crecido yo. Por eso me hace ilusión la carrera de mañana. Y me gustaría que no nos recorten ni un metro, ni una zeta, ni un lanchar por mal tiempo.
En la mochila no solo llevaré el material obligatorio sino el peso de no haber acabado la última carrera. No me lastra para salir a darlo todo, pero se que cuando las cosas se pongan delicadas (que lo harán) aparecerá como un fantasma detrás mío. La ventaja es que le estoy esperando.
De hecho tengo ya preparadas un par de armas potentes para ahuyentar malos augurios.
Salimos a las 4:00. Eso quiere decir, en Octubre, muchas horas de noche. Noche fresca. Eso quiere decir perseguir la luz de un frontal hasta el alba. Eso quiere decir que hay que evitar que la segunda oscuridad nos pille.
Si. Tengo ganas. No se si tengo el entreno a punto pero pronto saldré de dudas. En horas.
Correr en casa es un buen motivo para resetear y replantear cosas. O para cerrar ciclos.
Mañana, cuando salte entre los canchos  y corra entre los piornos, buscaré sentir lo que desde la Ronda dels Cims no encuentro.
Cuarzo, feldespato y mica.
Granito.
El de Gredos.
¡Adelante !
 

viernes, 10 de octubre de 2014

Lo del carajillo de hoy

Nadie escoge cuando pero hay un momento en que, en la vida, todo deja de ser maravilloso y se empieza a tornar agridulce. Y así se queda ya instalado. Como diría Sabina, dejas el champan a todas horas y empiezas a tomar empalagoso chinchón entremezclado con buen cava. O como dicen Los Suaves, ni todas las lágrimas son ya de risa, ni todo el cansancio es de placer. Amalgama indivisible de buenos y malos momentos.
Pero esto no ha de ser negativo. Esto, y ahora viene la teoría infumable que tan bien aguanta el papel, debería plantear el reto de superar la parte agria (solo para expertos) o al menos "disfrutar" con su poco agraciado sabor.
Y desde aquí salto a lo de correr largo.
A ese momento en que una bonita carrera se da la vuelta y nos presenta cara. Ese punto en el que cuando subes quieres bajar y cuando bajas quieres subir. Esos avituallamientos en los que parece que te han puesto velcro en las zapatillas y te quedas allí pegado. O piedras en la mochila. Aquellos compañeros que te pasan y no consigues seguir o esos otros con los que quieres ir pero que te desmontan el ritmo por ir más lentos.
Si, también las carreras son agridulces a partir de un punto. En las cortas puede no llegar. En las largas, siempre.
Hay tantas similitudes... Eso si, yo no creo que correr sea un estilo de vida (pamplinas!), yo pienso que es la vida la que es un "caco" de esos. No se si me explico....ni caso ;-)

 
Y, aunque no se muy bien porque escribo esto, tengo la sensación que el amargor en la boca se puede aguantar. Pero hacen falta perlas de dulzor.
Y, aunque no se muy bien porque escribo esto, tengo por ahí un puñado de gente medio abandonada que sin saberlo, ahora ponen color a mis días.
Y, aunque no se muy bien porque escribo esto, se que el agridulce cuando viene se queda. Lo que hemos de intentar es empujar para decantar la balanza hacia el lado que queramos.
Y, aunque no se muy bien porque escribo esto, lo hago. Y sonrío. Y me leo. Y pienso. Y me voy acostumbrando al amargor. Pero siempre buscándole un punto de dulzura.
 
Si véis que tal, ¡ corred para vosotros !