martes, 16 de septiembre de 2014

el luchador

apretó los sentimientos y crujieron como si fueran cristales rotos. por el ruido que hicieron y porque no fue capaz de exprimir de ellos ni una gota. eran de piedra.
luego cerró los ojos. los cerró con la fuerza de no querer volver a abrirlos. pero sabía que la cobardía no le permitiría hacerlo más de diez o doce segundos. y tampoco de ellos salió ni una lágrima.
tensó los cuádriceps. los apretó tanto que sintió como por los músculos corría una especie de electricidad que casi los acalambraba. secos.
las manos se cerraron. los puños se apretaban y las uñas se clavaban en la palma. el pulgar apuntalaba por fuera al índice y anular.
el corazón se aceleró. golpeaba el pecho desde dentro con fuerza. no quería salir pero lo parecía.
y desde un punto concreto del córtex cerebral una orden rápida, certera y sin retorno emprendió el camino.
nunca nada volvería a ser igual.



...pensó en una cerveza bien fresca y se quedó dormido. sentado y dormido.

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