sábado, 3 de mayo de 2014

Las noches

Hablemos de correr por el monte. Hablemos de la vida y la muerte. Hablemos de los amigos--.
A veces hay que pulsar la noche. Correr en silencio detrás de alguien y ver que sientes. No...en silencio, no. Correr sin hablar. Es distinto.
Corres sin hablar, sin más mundo exterior que el que te enseña el frontal. Pero cuánto más pequeño es este, más desarrollas el interno. Tienes menos distracciones y, como no hablas, piensas más. Escuchas más. Sientes más.
La noche esta llena de mensajes que no son tan oscuros como ella. Mensajes que te llevan y te traen por recuerdos mezclados, por pensamientos escondidos durante el día: Una sombra que se mueve, un brillo que va y viene en la mochila de tu compañero, al ritmo de sus zancada. Una marca de GR que no ves hasta pisarla. Una respiración entrecortada que, a oscuras, suena el doble. Una rama de un árbol que parece querer barrerte al pasar. Hasta los bastones pican distinto a oscuras.
El cuerpo se comporta de otra forma. Esta claro. Más místico, más misterioso, más débil incluso. La noche curte, une y duele. Todo a la vez.
El pasado miércoles trotamos toda la noche por el Cadí. La noche era más oscura que nunca a pesar de la cúpula de estrellas que había. La oscuridad de esas noches que te caen encima de golpe, sin esperarlas. Como si alguien de pronto bajara un telón, te robara el día y su luz. Llegando al Niu de Aliga un viento helador barría todo lo que se encontraba a su paso. Obligaba a encoger el chasis y buscar el abrigo de cualquier piedra. Congelaba manos, pies, caras...incluso ganas de seguir. Pero seguimos. Porque el recuerdo de un amigo que ya no estaría más junto a nosotros empujaba con fuerza. Más calor y más fuerza que el viento oscuro. Ninguno hablamos de ello. Corríamos sin hablar. Pero nos movía la misma fuerza.
Y así seguimos hasta que el amanecer nos sorprendió en otro lugar menos agresivo.
Si. Al final amaneció.
Otra noche más había pasado para nosotros.

Y cuándo la noche venga a quedarse para siempre conmigo (como te ha pasado a ti, Iñaki) seguro que un puñado de amigos correrán por el monte a oscuras, como lo hicimos nosotros el otro día. Y al amanecer, sea donde sea que estén, se mirarán a los ojos y sabrán que yo también he corrido con ellos. Qué así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario