martes, 14 de enero de 2014

To-bi(llo) or not to-bi(llo)

Antes se ponía en cuclillas para atarse las zapatillas antes de salir a correr. Desde la última vez que se cayó de culo ya lo hace sentado. Lo que no ha cambiado es la liturgia de la lazada. Primero coloca ambas lengüetas tirando de ellas hacia arriba. Mueve los dedos dentro de las zapatillas y tira hacia arriba del calcetín. No hace falta...pero le sale. Adelanta un poco el pie izquierdo, siempre el izquierdo primero, coge con cariño los dos cordones y estira fuerte. El punto justo es cuando el tejido bajo ellos se empieza a arrugar. Entonces para. El primer nudo lo hace con un movimiento rápido, como para que no baje la tensión del trenzado. Pimpam ! Nudo simple listo. Ahora, con más carño, traza las dos lazadas y las entrecruza. Una vez. Tensa. Otra vez. Vuelve a tensar. Y, con suavidad, aloja los cordones sobrantes bajo las "X" del mismo que adornan su empeine. Le da un toquecito a la zapatilla. Cariñoso, como el que se despide de su pareja con una palmadita en el culo. Y cambia de pie.
En el pie derecho, con la precisión de un cirujano, casi repite el mismo proceso. Casi. Porque antes del cachete cómplice clava sus ojos en el tobillo. Durante unos treinta segundos. Y, rápido, repasa mentalmente alguna de las incontables veces que le ha fallado. Sonríe.
-"Por un momento estuviste a punto de derrotarme", piensa. "Pero no lo harás"
Y al pasar la mano por encima de él nota que no es como el otro. No es como debería de ser. ¿Un poco más abombado?¿Algo más redondo? ¿Más insensible?
Baja la mano hasta el lateral de la zapatilla. La golpea y se pone de pie.
Y mientras se coloca en frontal en la cabeza pica con el talón en el suelo y piensa que los amigos ya le estarán esperando para salir a entrenar.

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